Hamer comenzó a pintar cuando iba en sexto de primaria, a los 12 años. Aactualmente tiene 33, y aunque en varias ocasiones le ha pasado por la cabeza dejar de pintar, pues el graffiti le ha causado problemas con personas importantes en su vida, cree que nunca podrá dejar de hacerlo
El estilo de las bombas de Hamer es muy único. Ir por las avenidas y de repente ver una bomba en la que la “e” lleva unos lentes llama bastante la atención. Fue por ello que decidimos buscarlo para que nos contara su experiencia en el graffiti, cómo fue que comenzó en él, y cuánto tiempo lleva pintando.
Este fue el resultado…
La placa de Hamer, no tiene ningún significado, ni siquiera él lo escogió. En entrevista para KlandestinoTV, cuenta que cuando era niño, a la vuelta de su casa se juntaban chavos que le daban a la bicicleta, y se empezó a juntar con ellos. Uno le comenzó a decir el sobrenombre que, años después, tomaría como placa para adornar las calles de la ciudad: Hamer.
“Yo la neta nunca supe por qué me decía así, pero ya cuando salía, ya todos me empezaron a decir así a la vuelta de mi casa: qué onda, Hamer, ese Hamer; y ya de ahí lo adopté para mi placa”, señala. Esta es una placa que siempre ha tenido, pues, comparte, le gustó y lo adoptó desde que comenzó a pintar.
Cuenta que comenzó a pintar desde que iba en sexto de primaria, “pero nada más pintaba así, por mi barrio”. Los últimos tres años fue cuando comenzó a pintar con más constancia y en más lugares. “Empecé desde los 12 a pintar las calles, y ahorita tengo 33”.
Sus primeros acercamientos con el graffiti comenzaron por su barrio, pues hay mucha banda que le ha dado, y que le sigue dando. “Por ejemplo, yo me acuerdo de el Disek, el Jeox, el carnal Sdec, que ahorita ya no le ha pintado mucho, pero ese güey igual pintaba antes, el Sinek, Emta, Finer, ahorita son más o menos de acuerdo, ah, el Pez, y el Spock, el Eak, todos esos carnales son los que tenían así, bien vandaleado el barrio y yo veía siempre sus pintas cuando iba a la primaria, cuando amanecía, yo iba camino hacia la primaria y, se veían todas las bardas así pintadas normal, y ya después, al otro día, ya todo estaba pintado por estos carnales, y lo que me latía eran los colores que usaban, las letras, las formas, y desde ahí fue lo que me llamó la atención”.
Su familia sabe que pinta desde que era chico, y explica que no es de ocultarlo pues notan que se sale por las madrugadas. “Ya regreso en la mañana y obviamente me dicen: ¿Qué fuiste a hacer, o qué estás haciendo? No pues, la neta fui a pintar. He tenido dos tres atorones, y ellos han estado también ahí conmigo”.
Aunque su familia le ha cuestionado el por qué pinta si puede invertir su dinero en otras cosas, a Hamer el graffiti es algo que lo llena. “Es algo que me hace sentir bien y me hace sentir feliz”, enfatiza.
Recuerda y cuenta cómo fue la primera vez que salió a hacer una bomba. “Había unos carnales de un crew que pintaban el UC, y con ellos me empecé a juntar de morro, como a los 12 años, y estos güeyes me dijeron: pues vente, vamos a hacer una pinta. Yo decía: pues chale, estos güeyes qué pedo, y ya cuando vi que empezaron a sacar los aerosoles y a pintar y las cosas que empezaron a hacer, me llamó mucho la atención.
“Yo le dije a un carnal: oye, qué tranza, déjame, con lo que le sobró del bote, déjame intentarlo, me dijo que sí, y ya empecé a hacer unas líneas y ya de ahí me atrapó”, explica.
En esa ocasión, a Hamer le dio miedo y sentía mucha adrenalina, pero al ver su tag en la pared le dio mucha satisfacción. “Ver mi nombre en la pared ese día, me marcó, me llenó mucho de satisfacción, y dije: yo quiero hacer esto”.
A lo largo del tiempo que ha hecho graffiti, ha tenido muchas experiencias buenas y malas. Una que recuerda, fue una ocasión que fue a pintar a Puebla, lugar de donde es originaria su novia. “Fue un 24 (de diciembre), veníamos de la cena de Navidad de casa de sus papás, y ya nos íbamos trasladando a donde ella vive, a su departamento, íbamos en su carro y llevaba unos botes y le dije que tenía ganas de pintar, y me dijo: va.
“Vimos un spot, era como un deportivo y ahí empecé a pintar, pero yo no sabía que allá estaba la Marina porque como allá hay mucho huachicol, entonces llegó la Marina y me empezaron a decir que por qué estaba pintando, y ese día mi chava iba con su hijo y fue un desmadre porque como llevábamos carro, no traíamos los papeles y ya me lo querían quitar, su hijo de mi chava estaba ahí y se sacó de onda, porque me dijo: oye, por qué expones a mi mamá a todo esto, y fue algo que la neta sí me dejó marcado”.
Además, añade Hamer, no se había dado cuenta que a un lado donde se puso a pintar era donde la Marina y la Guardia Nacional guardaba sus camionetas, “entonces sí fue un desmadre, afortunadamente pude sacar la bronca, pero fue una de las cosas más marcadas que me han pasado”.
Otra experiencia que recuerda, pero en la Ciudad de México, con la Policía, fue una vez que pintó un mercado que estaba por su casa y lo corretearon, y aunque no lo agarraron, no pudo terminar su pinta. Horas después, cuenta, regresó a terminar la bomba, pero los policías volvieron a llegar por lo que tuvo que echarse a correr y esconderse debajo de un coche.
Sin embargo lo descubrieron y le pidieron que se saliera de abajo del coche, pero al salir, uno de ellos lo recibió con una patada en la cara, por lo que se volvió a meter debajo del carro. En esa ocasión había asistido a una fiesta, por lo que iba “entonado”. Los policías le volvieron a pedir que se saliera, a lo que él dijo que lo haría pero que no le hicieran nada. “Me vuelvo a salir, me quiere recibir con un patadón, alcanzo a meter las manos, me levanto, y así como me levanto le doy un derechazo al policía, éste queda desorbitado, y le dije que no me pegara, entonces llega su pareja y me agarra por la espalda y me pone contra el carro, y esa vez hasta me esposaron, me llevaron a la delegación, pero afortunadamente lo pude apalabrar en el camino, le dije que yo le había comentado que no me pateara, y él me dijo que para qué los hacía correr”.
Cuenta que, en esa ocasión, afortunadamente no ha pasado a más.
Alguna vez le ha pasado por la cabeza la posibilidad de dejar el graffiti, esto porque, por ejemplo, las últimas veces que lo “atoraron” fue un poco fuerte, y tuvo problemas con su familia, con su pareja, con su mamá, por lo que pensó en dejar de pintar.
“Pero yo creo que es algo que ya traigo y la verdad no creo dejarlo porque siempre regreso a lo mismo, a seguir pintando, desde niño pinto, he tenido torzones, lo he dejado y por una u otra cosa siempre regreso a pintar, entonces creo que no lo voy a dejar.”, comparte.
En los diseños de sus letras tiene influencias de todo lo que ve en la calle. Dice que, afortunadamente en su trabajo tiene la oportunidad de salir constantemente a la calle, y va viendo todo el graffiti que hay. “Todo eso me alimenta y en mi cuaderno empiezo a dibujar, más o menos a lo que yo quiero sacar, deformar una letra normal y ahí me baso y empiezo a sacar estilos, pero casi siempre estoy boceteando, siempre estoy dibujando en mi cuaderno”.
A lo largo de estos 20 años en el graffiti, éste le ha dejado buenas amistades. “Yo creo que sí me ha traído muchas amistades, he conocido mucha gente, y pues es gente que hasta ahorita la considero valiosa y que sí me aportan en mi vida, y para mí eso es lo que me ha dejado el graffiti, la gente que he llegado a conocer”.
Para Hamer, el graffiti no tiene nada que ver con arte. “El graffiti es más como protesta, yo creo que no tiene nada que ver con el arte, el graffiti, por lo que yo tengo entendido, empezó en Estado Unidos, porque reprimían a la clase baja, entonces ellos, de una manera para manifestarse, empezaron a pintar los muros con mensajes de protesta, de decir: queremos mejores oportunidades, queremos trabajo, queremos mejores condiciones de vida, entonces, yo creo que no tiene nada que ver con el arte, con el tiempo se fue modificando, fue siendo como un poco más estructurado, le metieron más colores, fueron haciendo más cosas, pero yo creo que de arte no tiene que ver nada, más bien es algo de decir: aquí estoy, esto es lo que hago, y nada más; es manifestarse”.
Él prefiere el graffiti ilegal, pues, cuenta, puede hacerlo donde quiera y como quiera, ya que en ocasiones, si una persona llega a pedir una barda, los dueños de esta comienzan a condicionarlos con lo que van a pintar.
Hammer pertenece actualmente a tres crews: NWK, 7KH y BNG. Cuenta que llego a ellos en un reencuentro de escritores, donde vio a Actor, quien lo invitó a pintar. Luego, le presentó a Fin, él a Deseck, y “de ahí se armó la cadenita, me presentaron a Sdeck, a Emta, a Sineck”.
Señala que con ellos comenzó a pintar, y “se han portado chido, siempre que vamos a pintar no dejan morir a nadie, por eso fue que me gustó estar con ellos, y ellos son siempre los que me decían: que tranza, jálate a pintar, vente, vamos a pintar. Es una convivencia muy chida y fue por eso que empecé a seguir esto más frecuentemente”.
Fuera del graffiti, Hamer se considera una persona normal, pues diario se levanta a trabajar, tiene una familia, le gusta patinar, “me considero como todos, una persona normal, no es gran cosa lo que hago, soy una persona como todos”, concluye el escritor, quien a pesar de las adversidades que se presenten, deja claro que, al parecer, nunca dejará el graffiti.
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