Finer dejó el graffiti por 17 años tras convertirse en padre, pero desde hace año y medio comenzó a llenar las paredes de la Ciudad de México y sus alrededores de nuevo con su estilo único
Por: Miguel Flores/KlandestinoTV
El primer contacto que tuvo Finer con el graffiti, fue cuando iba en la primaria. Cuenta que un día llegó alguno de sus compañeros con una revista de graff y le llamó la atención el arte callejero.
El escritor de graffiti ilegal dice en entrevista para KlandestinoTV que lleva más de 20 años en el mundo del graff, sin embargo, lo tuvo que dejar por 17 largos años, pues se convirtió en papá y sus prioridades cambiaron. “En esos 17 años salí esporádicamente algunas veces, pero así tendo como lo he hecho ahorita, la neta, siento que soy nuevo porque le he dado recio y sin parar, lo que no hice en 17 años lo hice ahorita en un año y cacho que llevo pintando”, comenta.
Finer es originario del sur de la Ciudad de México. Está casado y tiene un hijo. Su esposa y su “morro” siempre lo han apoyado e incluso lo han acompañado a pintar, le ayudan a subir sus fotos a sus redes sociales y son quienes lo fotografían con sus bombas.
El sobrenombre de Fin llegó cuando iba en la secundaria y trató de dejar de pintar, por lo que comenzó a tagear su placa de ese entonces, que era Crea, y a un lado ponía Fin, en señal de que estaba llegando a su final la etapa del graffiti. Poco a poco le comenzó a gustar más ese sobrenombre, y finalmente decidió adoptarlo.
“Ponía Crea-Fin, al poner fin me latió más cómo se veía en taggers y todo eso, y de ahí empecé a pintar Fin, Fin, Fin, cuando iba a dejar de pintar en la secundaria”, explica.
Dice que decidió regresar a pintar porque ya tenía la solvencia económica para hacerlo, pues en un principio era muy difícil tener dinero para comprar pintura. “Era más difícil, estás en el rock&roll, no trabajas, no estudias, no nada, era más difícil conseguir para esos botes, aparte me embarqué y de ahí en fuera me dediqué a ser más el papá que el graffitero”, señala.
Para él, la esencia del graffiti es lo ilegal, por eso se dedica más a éste. “Esos chavos que hacen muralismo, pues para mí no se considera graffiti, para mí son puros dubujitos bonitos, respeto su arte o sus dibujos, pero de ahí en fuera, no es graffiti para mí”, dice.
Finer pertenece al crew BNG, que, para él, representa una “familia, un equipo donde nos podemos apoyar los unos a los otros, y no solo en el aspecto de pinta, sino hasta en un bajón, en un rescate, en un pedo más grande podemos apoyarnos”.
El graffiti le ha dado muchas cosas. Dice que si bien en lo económico no regresa nada, sí le ha dado satisfacciones. “De lo bueno y lo malo también, porque te puede dar unas verguizas, corretizas, un chingo de experiencias malas, y un chingo de experiencias también buenas”.
Una anécdota que recuerda mucho, es una ocasión que fue a pintar a Chalco, al oriente del Estado de México, y le dieron de balazos al coche en el que iban él y sus acompañantes. “Nos aventaron tres plomazos pero nos habíamos salido a pintar, regresamos y ya traía los balazos ahí el carro”. Cuenta que cada pinta es una experiencia diferente.
Señala que cuando empezó a pintar, no lo hizo siguiendo a alguien, pues en sus inicios aún no había ídolos. “No había ningún referente, ni uno a seguir, la neta todos empezábamos, fui de la camada donde, ahorita, de los grandes, el Siler, el Pen, el Tache, mucha banda que está con sobrenombre y que sigue constante, durante todos estos años eso es lo que los forjó”.
No considera que el estilo de sus bombas sean totalmente originales, pues, dice, son estilos que fue construyendo a partir de otras bombas que veía en otros escritores de graff. “No creo que sea único, pero sí me baso a alguna idea de alguien más”.
Su esposa y su hijo siempre están constantemente con él, y dice, su mamá es quien le pide que deje de pintar. “En sí en sí, mi chava y mi hijo están siempre conmigo”.
Finer cuenta que al principio, comenzó a pintar como un desahogo de los problemas que tenía en su casa, o algunas cosas que traía, y el graffiti lo sacaba de esa realidad, pero ahora eso ha cambiado, pues lo ve más como desmadre. “Una forma (diferente) de ver el graffiti de lo que era antes, ahora tú pintas y si te tuercen nomás aflojas una lanita y ya, no es como antes, que sí te chingabas unas horas en los separos, no, ahorita ya son raras, de todas las veces que me han torcido, es bien raro que nos lleven, porque son unos 200 varitos y ya te dejan ir, hasta pintas con calma, ya como que lo tomas más relax.
“Pinto por diversión, un gusto, ya cambió mi forma de ver la vida del graffiti, como antes lo veía, que quería desmadrar, quería desmadrar cantones por desmadrarlos, al gobierno, ahorita ya cambió mi forma de pensar y pinto por un desahogo de lo cotidiano, de toda tu semana, del trabajo”, concluye.
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