Hace tres años siete meses, Jesús, quien en el mundo del graffiti era conocido como Sic, fue asesinado tras asistir a una fiesta; desde ese momento, Atala, su madre, decidió representarlo en las bardas
Por: Miguel Flores/Klandestino TV
Atala recuerda a Jesús, su hijo, como un joven tranquilo, nada agresivo, peleonero, ni noviero, al que no le gustaba meterse en problemas ni andar de “vago”. En entrevista con Klandestino TV, cuenta que Jesús, quien en el mundo del graffiti era conocido como Sic, antes de dedicarse a darle vida a los muros, inició patinando.
“Él comenzó a patinar primero por San Agustín, en Chimalhuacán, cuando iba en la secundaria. Empieza a patinar, y un día se lastimó su empeine, y dijo: ya no voy a patinar, ahora voy a graffitear”. Dice que, sorprendida por esta decisión, le refutó que él no sabía dibujar, pero que Sic le dijo que le iban a enseñar unos amigos.
Sic tiene un significado, pues son las siglas de la frase Sistema Igual a Corrupción. Atala dice que Jesús veía lo que había a su alrededor, y no le gustaba el sistema del gobierno ni el mismo ambiente. “Antes él pintaba JS, que eran sus iniciales de su nombre, Jesús, pero cuando inicia en el graff vio esas letras y le gustó el significado, desde ahí empezó”.
Jesús, o Sic, murió hace más de tres años y medio, cuando tenía solamente 18 años y toda una vida por delante. Ahora Atala, en representación de su hijo, sale a darle vida a las paredes. Cuenta que lo recuerda en cada pinta que hace, pues cada una de ellas las hace para él, “ya que él, cada pinta que hacía para mí, le ponía te amo mamá, y yo siento que cada pinta que yo hago para él, él las está haciendo para mí, esa es mi forma de recordarlo”.
Atala comenta que Jesús estaba muy enfocado en lo que quería en la vida, que era ser diseñador gráfico. “Entra a trabajar a una imprenta, como todo niñito, empezó desde abajo, y después el dueño de la imprenta le dice: échale ganas, dame tu prepa y con eso te voy a ascender a diseñador gráfico, y ya cuando tengas tu papel de diseñador te pago más; por algunas situaciones se contrapunteó con el señor un día, porque era muy encajoso, se sale de ahí, y va a encontrar trabajo por Chabacano, y ahí le pagaron el dinero que gana un diseñador gráfico, o sea, mi hijo, no por denigrar a mucha gente o chavos que andan en el graff, él sí tenía estudios, él sí tenía ilusiones, ganas de vivir, no era cualquier chavo”.
Dice que muchas personas han dicho que su hijo era drogadicto, vago, entre otras cosas, pero, explica, su hijo no era nada de eso. “Su pasatiempo, digamos, su amor, era el graff”.
Sic comenzó en el graffiti desde que tenía 16 años, en la secundaria, y desde ahí, lo hizo hasta el día en que se fue de este mundo. Desde su partida, la vida de Atala cambió radicalmente.
No sabe exactamente qué fue lo que le sucedió, pero, explica, un viernes le dijo que iría a una fiesta, y ella, al día siguiente, el sábado por la mañana, se salió a trabajar. “Esa vocesita que me dijo, la última vez que lo escuché hablar: te amo mamá. Me voy a trabajar, regreso el domingo, al otro día, porque yo trabajaba día y noche porque estaba pagando esa casa, ya eran las 7, las 8, las 9, las 10, las 11, las 12, la 1, las 8 de la noche y no llegaba, y empiezo a textear con toda la gente, que si no sabían nada de mi hijo, total que como a las 4-5 de la mañana me llega una imagen de mi hijo: señora, señora, ya encontramos al Sic, está en el 90 camas, cuando veo la imagen, no creía, y hasta la fecha, desde que yo vi esa imagen, mi cerebro se congeló, no quiere aceptar lo que estoy viviendo”.
Explica que, tras esto, fue al 90 camas, que es el Hospital General de Chimalhuacán. “Para esto, ya sabes, nuestro gobierno, no, no puedes pasar hasta que llegue trabajo social, y ya me esperé desde las 5 hasta las 7 de la mañana, y yo con la ansiedad, la desesperación, y decía: ojalá no sea mi hijo. Entro a trabajo social, y de ahí me llevan a su cama, y lo veo golpeado, muy golpeado y con un tubo en su garganta, porque le colapsaron el pulmón, le pegaron en su cabeza, le rompieron costillas, y los golpes que tenía en su mano, porque se defendió, porque tenía sus manitas llenas de sangre, y toda la sangre que traía, ni siquiera lo habían limpiado, ya hasta que me ven a mí lo empiezan a limpiar, le dan más atención.
“Pasa una semana y le hacen dos estudios del cerebro para ver cómo evolucionaba de él. La cuestión es que sale del cerebro y ya viene lo más difícil, que era del pulmón, que según tenían las esperanzas que se inflara, y le estaban haciendo estudios, y nada, ya cuando reacciona del cerebro, me pregunta que qué hacía en el hospital, yo le digo: pues si tú no sabes menos yo, yo no sé ni qué pasó”, explica.
Dice que, en el hospital, Sic estuvo casi 15 días luchando por su vida, y en uno de ellos, Atala se tuvo que retirar porque le hablaron para avisarle que se habían metido a robar a su casa. “Me voy corriendo a mi casa a poner chapas otra vez, pues ya recuperar cosas, ya no podía, ya se las habían llevado, puse chapas y otras cosas, y que me hablan: sabes qué, vente para acá que a tu hijo le dio un infarto. Regreso otra vez al hospital, lo veo ya estabilizado, con mucho miedo, y él decía que no quería morirse, no quería morirse, y me decía que ya se quería ir de ahí (el hospital), y que ya no quería estar ahí más, que después regresaba para ver lo del pulmón, pero que ya no quería estar en ese hospital, y yo le decía: no, ni siquiera te vas a poder parar, porque todo tu ser, por desgracia, depende del pulmón, no te vas a poder ni siquiera bajar de tu cama, no te van a dejar salir, y me empezó a decir cosas, lo entiendo porque ya se quería ir”.
Atala asegura que Sic siguió “echándole ganas” para poder salir del hospital, pero con el paso del tiempo, comenzó a adelgazar bastante, y llegó un momento en el que ya tenía mucha hambre. “Le ponen una bolsa de vitaminas, y empezó a tener más fuerza, se para de la cama, se baña, le daban más papilla, pero siempre tenía el tubo en la garganta, nunca se le quitó, y me preguntaba que cuándo nos íbamos, y yo le decía: pues échale ganas, y le tuve que contar que se habían metido a robar a la casa, que ya nos teníamos que ir de ahí, que ya nos fuéramos, y un día, en la última semana, un viernes, nos acostamos, y ya llega la doctora y me dice: ya dígale a su hijo que ya le eche ganas, que se tiene que quitar el tubo. Nos paramos el sábado en la mañana, y cuando despierto, estaba tratando de quitarse el tubo y no podía, se ahogaba, y se lo ponía otra vez y se lo quitaba. Le dije: voy por un café, ahorita vengo, y cuando regreso ya tenía taquicardia, le dio taquicardia, y la doctora bien grosera dice: dígale a su hijo que se tranquilice, porque como traía sus drogas, por eso no le hacen los medicamentos, y le dije que lo que tenía que hacer era cuidarlo, también le dije que desde que se paró en su cama (de Sic), no sé si le caían mal este tipo de enfermos, o no sé qué trae con mi hijo, porque usted lo que debe de hacer es curarlo no atacarlo”.
Tras esto, le pidió a Sic que se durmiera para que se le quitara la taquicardia, lo que hizo el joven de 18 años. “Algo que pasó ahí y no se me quita de mi cabeza, es que cuando despierta, ya tenía otro semblante, ya no tenía ojeras, sus labios tenían un color normal, y lo empecé a ver bien raro, y me dice que ya se iba, y le dije: ¿cómo que ya te vas?, ¿a dónde vas? Y me decía: ya me voy, me decía con su manita que ya se iba, que le hablara al oído, y yo le dije que a dónde iba, y me seguía pidiendo que le hablara al oído, y lo único que le pude decir en ese momento fue que lo amaba, que no me dejara, que era mi vida, que era mi motor, que era todo, que no podía tomar esa decisión y que si ese señor existe (Dios), que le dijera que no me puede dejar, ya después me dijo que quería hablar con Evelyn, su hermana, y salí a decirle. Se mete corriendo, y no tardó ni un minuto en salir de nuevo, y me dijo: córrele porque ya le dio otro infarto”.
Cuenta que cuando entró de nuevo al cuarto, los doctores ya habían desconectado a Sic, le habían quitado todos los aparatos que tenía conectados en su cuerpo, y solo alcanzó a ver sus pies llenos “como de talco, no sé qué era, porque lo querían revivir, o no sé la verdad, y yo les grité que no lo dejaran morir, que era un niño, que él necesitaba vivir, y ya nada más me dijo el doctor: ya no podemos hacer nada señora, su hijo ya se murió, y desde ahí se acabó mi mundo”.
Dice que las palabras que le dijo su hijo, “mamá, te amo”, nunca se le olvidarán.
Pintar los muros en representación de Sic
Una vez que murió Sic, Atala buscó la manera de mantenerlo vivo. Esto lo logró pintando las paredes con la placa que tenía Jesús en vida. A pregunta expresa de cómo fue que se le ocurrió hacer esto, cuenta que fue al momento de estar velando su cuerpo.
“Cuando yo lo estoy velando y toda su bandita empieza a tagear su ataúd, y yo así parada, viendo nada más, porque no podía llorarle, porque no podía aceptar que estaba muerto, por eso no lloraba, y yo nada más veía y veía y veía, ya lo llevo a enterrar; yo cuando entro a su cuarto, ya en mi casa sola, veo sus botes, sus bocetos, su última pintita que hizo, dije: ya sé cómo voy a hacer que sigas vivo aquí, voy a pintar por ti, desde ahí decidí pintar por él”, narra.
La primera ocasión que salió a pintar por él, fue con un amigo de Sic, que tiene como placa Dik. “Me dice: vamos señora, vamos a pintar, le dije, pero yo ni sé, cómo voy a pintar; vamos, dice, vamos, y ya, esa fue la primer pinta de ilegal, vamos sobre Zaragoza pintando, y ahí por los cines, él primero pintó el cine, yo estaba cuidando, y más adelante yo pinté sobre la avenida”. Cuenta que debido a que era la primera vez que tomaba un aerosol, no le quedó muy bien, pero al irse y voltear a ver la pinta, se fue satisfecha y dijo que así sería de ahí en adelante.
El graffiti la ha llevado a conocer otros lugares y muchas personas, pues, cuenta, ha ido a pintar a Guadalajara, Oaxaca y Michoacán.
Actualmente, Atala pertenece a varios crews: XZW (que es al que pertenecía su hijo), KS y el Cómo la ves perro.
Dice que ella pinta por representar a Jesús, y solamente cumple el sueño que tenía. “En enero de 2019 llega contento, y me dice: mamá, publicaron mis trenes, porque a él le fascinaba pintar trenes, daba hasta su vida por un tren, agarra y dice: publicaron mis trenes en Canadá, ya tengo un buen trabajo, ya me están pagando bien, gracias a Dios, y lo matan en marzo. Él quería eso, que sus pintitas llegaran lejos, lo más lejos que pudieran, que la gente viera el esfuerzo que él hacía por tener esa pintita, el esfuerzo que hacía por comprar esos botes, comprar un bote, en la actualidad, ya es una fortuna, y el que pinta ya es un lujo, yo me acuerdo que él decía que un bote costaba 25 pesos, y en tres años ya subió hasta 50 pesos”.
Cuenta que piensa pintar hasta que su cuerpo aguante, pues recientemente le detectaron osteoporosis, y por lo mismo, la columna se le está desviando, además de otras complicaciones de salud, como el colesterol, problemas con su riñón y con sus pulmones.
El graffiti le ha enseñado que en la vida hay muchas personas con ego y mucha envidia. “De por sí yo no conocía el graff, sabía que había envidia, aquí hay más todavía, hay mucha gente envidiosa, puede más su egocentrismo que ser humildes, en su vocabulario no cabe la humildad”.
Atala concluye la charla recordando que ama mucho a su hijo y que lo que hace, es por él.
SIGUE LEYENDO:
Comentarios